lunes, 31 de mayo de 2010

Panero

PASADIZO SECRETO

Oscuridad nieve buitres desespero oscuridad nueve buitres nieve
buitres castillos (murciélagos) os
curidad nueve buitres deses
pero nieve lobos casas
abandonadas ratas desespero o
scuridad nueve buitres des
“buitres”, “caballos”, “el monstruo es verde”, “desespero”
bien planeada oscuridad
Decapitaciones.

Leopoldo María Panero, Teoría

Carta de Kafka a Milena Jesenská

Así se desahogaba Kafka a propósito del hábito de escribir cartas:
"Hace mucho tiempo que no le escribo, señora Milena, y también hoy le escribo por una casualidad. En realidad no tengo que disculparme de mi silencio, usted ya sabe cómo odio las cartas. Toda la desdicha de mi vida - no quiero con esto quejarme, sino hacer una observación de interés general- proviene por así decir de las cartas o de la posibilidad de escribirlas. Las personas casi nunca me han traicionado, pero las cartas siempre; y en verdad no las ajenas, sino justamente las mías. En mi caso es una desgracia muy especial, de la que no quiero seguir hablando, pero al mismo tiempo es también una desgracia general. La sencilla posibilidad de escribir cartas debe de haber provocado - desde un punto de vista meramente teórico- una terrible desintegración de almas en el mundo. Es en efecto una conversación con gantasmas (y para peor no sólo con el fantasma del destinatario, sino también con el del remitente) que se desarrolla entre línea en la carta que uno escribe, o aun en una serie de cartas, donde cada una corrobora la otra y puede parecerse a ella como testigo. ¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas podían comunicarse mediante cartas? Se pude pensar en una persona distante, se puede aferrar a una persona cercana, todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan ávidamente. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican, en efecto, enormemente. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo; y para eliminar en lo posible lo que es la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano, pero ya no sirven, son evidentemente descubrimientos hechos en el momento del desastre. El bando opuesto es tanto más calmo y poderoso, después que el correo inventó el telégrafo, el teléfono, la telegrafía sin hilos. Los fantasmas no se morirán de hambre, y nosotros en cambio pereceremos. "
Kafka, Correspondencia a Milena

Bolaño tiene su propio triángulo de las Bermudas

Aquí un diagrama elaborado por un seguidor de Bolaño que ilustra la interrelación entre títulos de la obra narrativa del autor chileno. El diagrama tiene ya unos años por lo que no están incluidos títulos como "El secreto del mal" y "El tercer Reich" aunque a mí se me ocurre un lugar donde ponerlos y no me refiero a la interrogación. ¿A qué responde entonces este enigmático vértice del triángulo? ¿A la poesía de "Los perros románticos" o "La universidad desconocida"? ¿Al agujero negro de su narrativa? ¿Corresponde pues a una obra que Bolaño proyectaba escribir más ambiciosa aún que "2666" o "Los detectives salvajes" y de proporciones tan mastodónticas que no deja escapar la luz que proviene de ella?



Dicho judío

"¡Duérmete deprisa! Necesitamos los almohadones".

Qué presión.

domingo, 30 de mayo de 2010

Devoción

Todo comenzó con mi madre. Ella siempre me aseguraba que yo llegaría lejos. Eso sí, era muy dura conmigo y lo primero que me enseñó fue a distinguir entre el bien y el mal; y distinguir entre una y otra cosa no me resultó muy difícil porque no es lo mismo recibir treinta varazos en el culo a tenerlo sanito y fresco para poder sentarte. Es muy distinto, ¿no creen?
Por suerte es algo que siempre he tenido muy claro, lo del dolor. No quería eso a mi alrededor. Cuando en el pueblo pasaba algo malo mi madre me decía: “Reza.” Y yo rezaba. Siempre me costaba entender qué era eso de hablar con Dios; que yo sepa Él nunca me dijo nada. Yo rezaba y lo hacía solo. Eso sí, me encantaba hacerlo. Siempre me venían a la cabeza los canarios de mi abuelo. Recuerdo cuando iba a visitarlo los domingos y la casa estaba inundada con su canto. Eran tan bonitos y amarillos que me entraban ganas de comérmelos. Mi abuelo me enseñaba fotos de la guerra y fotos del pueblo cuando no pasaba más que una carretera de polvo a través de él. Yo era muy travieso y él siempre me decía: “Tienes que ser bueno.”
Un día un gitanillo del pueblo andaba por la finca de mi abuelo jugando con la onda. En uno de los lanzamientos se cargó a Pinto, un canario rollizo de mi abuelo. Fui con él a enterrarlo y, allí en el monte, delante de la pequeña tumba, ví a mi abuelo muy triste. Dijo algo que no entendí y no volvió nunca más a hablar de ese canario. Tampoco dijo nada del chico de la onda. Mi madre, en cambio, decía a menudo: “Putos gitanos”.
Cuando tenía 14 años entré en un seminario y casi me pareció que entraba directamente en el cielo. Allí lo que más hacía era rezar, y aquello, como ya he dicho, me encantaba. Recuerdo muy bien al Padre Quiñones y sus enseñanzas, aunque ya entonces me parecía que andaba algo equivocado con algunas cosas. Terminé los estudios con la tercera nota más alta de mi promoción y fui destinado hace tres años a este pequeño pueblo cerca de Barcelona, El Planell.
La gente de El Planell es adorable y estoy más que adaptado a vivir aquí. Me encanta el catalán, los domingos por la mañana solía darme clases la hija de la panadera, Lola. Mi madre viene poco pero hablamos mucho por teléfono. Me dice cómo preparar tortilla de patatas, cómo ordenar la casa, me da consejos para lavar la sotana, el ámito y la casulla. Para ella la limpieza es lo primero y generalmente termina sus conversaciones diciéndome: “Reza”.
Me encanta pasar tiempo en la iglesia preparándola junto a Ernest un viudo del pueblo que me ayuda con las tareas de la parroquia. Ernest está intranquilo últimamente me dice que hay mucho forastero por aquí. No puedo negarlo, es algo que ya me preocupó cuando vine. La gente no está tranquila, la gente sufre con eso.
Ahora trato de arreglarlo. Un día vino a verme un chico de Barcelona, Diego y me habló de su Grupo y de su Plan de Paz para la gente, me habló de reuniones, me pidió que le ayudara, que hablara en mis sermones. Estaban colectando dinero entre la gente y habían leído un artículo mío que les gustó en el Dominical del Fervoroso. Sé que la mayoría de la gente no está preparada para entenderlo, y aunque parecen aceptarlo la gente no duerme tranquila, la gente sufre. Cuando rezo le pido a Dios que eso no pase pero Él sigue sin hablarme claro. En el fondo estoy convencido de que esto es algo que alguien tiene que hacer. A veces me pregunto cuando podré descansar un poco y dedicarme solo a la Iglesia.
El caso es que todos los fines de semana y algún que otro día de diario, cuando tengo la misa a las cinco, marcho a Barcelona y me reúno con el Grupo. Normalmente tengo que salir por la carretera que va a Mantuera, no quiero que en el pueblo se sepa, me debo a esta gente pero no están preparados para entenderlo como ya dije. Los del Grupo son buenos chicos aunque intuyo que van poco a misa, en realidad no me preocupa mucho porque yo sé que eso no hace a un buen cristiano. Para mi un cristiano es alguien consciente del dolor del mundo y que trata de erradicarlo.
Por la noche salimos por el Raval a limpiar. El Raval es un sitio muy bonito pero muy lleno de gente que sufre y que hace sufrir a la gente. Cada cual debe quedarse en su sitio, si no éste sufre y hace sufrir a otra gente.
Entiendo que no es algo que pueda hacerse comprensible bajo un dogma católico, entiendo incluso que le chocaría al padre Quiñones si lo supiera pero no cabe duda de que hay que pegar a esa gente. Hay que golpearles para que sepan que no pueden perpetuarse en un país que no es el suyo, que no pueden venir aquí a morirse de hambre, que no pueden venir a pedir, que no pueden estar en la calle y hacer sufrir a los demás, que ya tenemos bastante. Hay que golpearles hasta que sangren, hasta que aprendan lo que es el dolor y renuncien, hay que golpearles hasta que canten decenas, centenas, miles de canarios amarillos y la noche se inunde con su gorjeo y yo me quede tranquilo y sin dolor.
Ayer fue fantástico, estoy seguro de que mi madre lo apreciaría, estoy seguro de Dios. El único problema fue regresar tan tarde, no pude preparar bien el sermón de la mañana, algo con lo que disfruto especialmente. El de hoy era un sermón sobre la aceptación de la culpa y el perdón de Dios, suscitado por la lectura de la primera carta a los Corintios. Creo que el mensaje ha llegado a todos. Lola ha vuelto a la iglesia después de mucho tiempo. Al salir de misa me preguntó que eran esos rasguños que vio en mi mano al darle la ostia consagrada. Le dije que había estado cortando los rosales ayer tarde. Le dije que ella estaba tan guapa como una rosa.
La biblioteca de Babel ardiendo y Bolaño saliendo de entre las llamas con dos o tres ejemplares en sus brazos que confía servirán para refundar de nuevo la literatura.

sábado, 29 de mayo de 2010

ALGUIEN

Alguien vive secretamente en mi casa. Cada fin de semana visito a mis padres en la casa del pueblo. Llego con prisa y me voy con más prisa todavía pero no hay sábado que no salga de copas con mis amigos. Yo nunca fumo excepto los sábados. He adquirido la costumbre de comprar un paquete a medias con uno de mis amigos. Es frecuente dejarlo inconcluso por lo que lo guardamos para el sábado siguiente. Una vez él y otra yo. Mis padres, claro, no saben que fumo, así pues, cuando llego escondo los cigarrillos en la caja debajo de la cama, en la bolsa de aseo o encima del armario detrás del bolso de viaje.
Yo he sido el último en guardar un paquete; en la bolsa de aseo; nueve cigarrillos. El sábado siguiente antes de salir cogí el paquete; solo tres cigarrillos.
Mi padre. Tuvo un infarto y dejo de fumar un tiempo, pero el placer era grande y comenzó a fumar puros. En ocasiones prueba cigarrillos pero no más de uno al día - dice que le pervierte a uno tanta química -. Yo falto de lunes a jueves y el viernes ya estoy en casa por lo que él habría consumido 4 ó 5 cigarrillos, no más. Faltan seis. Es un hombre muy metódico y sé a ciencia cierta que sería así.
Mi madre. Es un ser pusilánime. Fuma a escondidas, podría haber cogido los cigarros y no haberme ni siquiera reprendido pero en tal caso hubiera comprado otro paquete y hubiera repuesto los agotados.
Mi hermana. Odia profundamente el humo y sus circunstancias. Le encanta la vida sana, es incapaz de probarlo y aunque lo hubiera hecho me lo habría contado, sería una carga para ella pues es de moral muy estricta.
Yo. Podría haberlos consumido estando borracho y no contabilizarlos bien pero es extraño en mí y no recuerdo nada de eso.
He pensado en achacarlo a un acto de sonambulismo mío o de algún miembro de la familia pero esto es poco probable dado que nunca ha habido síntomas de ello. Guiado por el desconcierto registré la jaula del hámster en busca de sus restos pues el animal es todo un mago de las escapadas pero con toda seguridad no habría vuelto a la jaula y aquí lo tengo encerrado, mirándonos fijamente el uno al otro sin saber qué hacer ninguno de los dos.

Más Simic


MOTEL PARAÍSO

Murieron millones de personas; todo el mundo era inocente.
Yo me quedé en mi cuarto. El Presidente
hablaba de la guerra como de una mágica poción amorosa.
Mis ojos permanecían muy abiertos por el asombro.
En el espejo mi rostro se me parecía a una carta con dos matasellos.

Vivía bien, pero la vida era atroz.
Había demasiados soldados aquel día,
demasiados refugiados que atestaban las carreteras.
Naturalmente, todos desaparecieron
con un gesto de mi dedo.
La Historia se lamió las comisuras de su boca sangrienta.

En el canal de pago, un hombre y una mujer
intercambiaban besos habrientos y se arranacaban
la ropa el uno al otro mientras yo les miraba con el sonido apagado y la habitación a oscuras
salvo por la pantalla, en la que el color
estaba saturado de rojo, saturado de rosa.


CAMEO

Me dieron un pequeño papel sin frase
en una epopeya sangrienta. Yo era uno de los
bombardeados que huían.
En la distancia nuestro gran líder
cacareaba como un gallo desde un balcón,
¿o se trataba quizás de un gran actor
que hacía el papel de nuestro gran líder?

Soy ese de ahí, les digo a los chiquillos.
Apretujado entre el hombre
con las dos manos vendadas
y la anciana con la boca abierta
como si nos estuviera enseñando un diente

que le duele horrores. Cien veces
que paso la cinta y ni una sola de ellas
son capaces de encontrarme
en esa gris multitud
igual a cualquier otra gris multitud.

A la cama, acabo por decirles.
Yo sé que estuve allí. Pero sólo tenían
tiempo para un toma. Corrimos,
los aviones rozaron nuestras cabezas,
luego se marcharon
y nosotros quedamos aturdidos en la ciudad en llamas,
pero eso, por supuesto, no lo filmaron.


PELUQUERÍA VACÍA

En tu búsqueda de la felicidad puedes
acercarte a ella momentáneamente
en uno de esos asientos de cuero
con ayuda de peine y tijeras,

cubierto hasta la garganta por una larga sábana blanca,
mientras tu cabeza resbala entre
los invisibles dedos lubricados del peluquero
que hace que tus cabellos se alcen bien derechos,

mientras él presiona la navaja contra tu garganta,
haciendo que tus ojos se abran de golpe
mientras adivinas en el espejo que hay ante ti
el tamaño exacto de la peluquería vacía

con dos asientos vaciós y más allá
la calle, inconmensurablemente vacía
salvo por el rostro apretado y borroso
de alguien que intenta mirar qué hay dentro.

viernes, 28 de mayo de 2010

Lobo Antunes, una madre y una criatura

"El orden natural de las cosas" habla de la vida, la muerte, el paso del tiempo, los recuerdos. La literatura para Antunes es una sola voz inmensa, infinita, inabarcable que confunde el presente con el pasado y el futuro y cuyo aliento pasa de una persona a otra sin solución de continuidad, como si en todos nosotros latiera el mismo ánima que da vida al mundo. Para el autor portugués el presente es recuerdo, el futuro es recuerdo y el pasado es una invención de recuerdos por lo que estamos hechos de recuerdos que son invenciones que son tan reales como falsas.

La novela está compuesta por siete libros que alternan cada uno dos voces de diferentes personajes que juntas componen un mosaico con cierto sentido pero nunca de una manera clara o unívoca. Vamos conociendo información sobre ellos a través de las diferentes voces que hacen aparecer y desaparecer personajes que luego iremos conociendo a lo largo de la narración. A su voz cada voz está preñada de diálogos de otros personajes (pasados y presentes) con los que interacciona el narrador a lo largo de su vida.

Para Lobo Antunes la literatura es relevo, es herencia que unos personajes toman de otros y llevan hasta un punto donde la cederán a los siguientes; así, las voces se suceden y una lleva la historia hasta donde alcanza para que sea otra quien tome el relevo y prosiga hasta agotarse su aliento. Será entonces cuando una nueva voz vibrará para contar lo que ella guarda. Del mismo modo, la vida es una y la de todos los personajes y unos pierden la misma para que otros la reciban y así en una danza eterna.

Algunos pasajes enlazan el presente con alguna anécdota del pasado de manera muy original, otros otorgan vida a algún ser inerte, otros son pura sensorialidad y uno se deja arrastra por el cauce narrativo como si estuviera inmerso en el río Tajo que también protagoniza la novela. A su vez están presentes numerosas ciudades, pueblos, tanto de Portugal como de las colonias en África marcando la voz de cada personaje con una impronta visual del lugar en que se encuentra.

Podríamos decir que es una literatura jazzística pues se producen variaciones sobre un mismo tema, existe un motivo principal que de vez en cuando vuelve para activar algún resorte emocional o para dar un nuevo significado a una situación que creíamos ya conocida. Las voces (los instrumentos) se confunden unas con otras generando ritmos. Unas veces cadenciosos, otras más irregulares y abruptos. El libro está así pues dividido en diferentes movimientos (5 libros) y cada uno alterna las voces protagonistas como si de dos instrumentos principales se tratase.

Su literatura se aleja del acomodado panorama literario actual. Sus libros resultan por momentos tediosos, exagerados y uno puede muy fácilmente naufragar en ellos. En ocasiones sentimos ir a la deriva en la historia sin tener apenas asideros narrativos. Su estilo es una brillante exposición y encadenamiento de anécdotas que no guarda similitudes con las estructuras narrativas clásicas.

Lobo Antunes que quiso ser poeta, se dio muy pronto cuenta de que no tenía el talento necesario para escribir versos y llevo todo este empeño a la prosa. De manera que sus palabras brillan en sus libros con la grandeza de los hallazgos de un poema pero están sumidas al mismo tiempo en el lodazal que supone el torrente narrativo de una novela.

Hay fragmentos en los que el autor no consigue despegar ese vuelo mágico que toman las palabras en un buen poema, entonces nos damos cuenta de las costuras del estilo y vemos su empeño como algo fallido a la hora de abordar mundos tan complejos. Pero cuando estamos ante fragmentos que enlazan unas situaciones con otras sin que la palabra pierda el brío de la poesía (algo tan difícil en prosa) nos emocionamos y pedimos disculpas y prometemos no hacer caso a las malas voces y nos regocijamos con el hallazgo emocionante de un hombre luchando a brazo partido con el tiempo, que es el enemigo más grande contra el que un escritor hubiera soñado luchar.

Una madre que recibe a un niño en brazos al tiempo que recuerda su infancia y a su abuelo suena así en la novela:

"Y me llevaron a la habitación en una cama con ruedas que chillaba, y te trajeron lavada y vestida y con el pelo negro, con los párpados tumefactos como almejas, y era por la tarde y en breve oscurecería y pedí que te dejasen en mis brazos, encendieron la luz de la cabecera, me levantaron la cama con la manivela del gramófono del desván y una ópera o un tango o un vals comenzó a sonar, y te encontré en calma y en paz y no llorabas, el olor de un manzano de fuera me devolvió a la memoria el agridulce denso suave leve aroma de la pérgola, de los tilos, de las perpetuas, de los jacintos, en las mañanas de primavera en el jardín, iluminando el pasillo de la casa, acomodé mejor a la niña, que dormía o se habituaba al mundo, en mis brazos, la atraje hacia mí, hija, hijita, hija, mi abuelo inerte, la manta resbalándole de las rodillas, y yo ¿Cuánto tiempo?, y mi sobrino Mucho tiempo, tía, mucho tiempo, dejamos las inyecciones, dejamos el suero, dejamos la quimioterapia, y el pelo otra vez castaño y abundante y creciendo de nuevo, pusieron la cena en una bandeja cromada frente a mí, sopa de verduras, pescado, peras cocidas, un vaso de agua mineral, y la enfermera, con toca, abrió la puerta y yo pedí No se lleve a la niña que dentro de poco ella crecerá y la perderé, dentro de poco dejará de ser mía y por tan poco tiempo lo será, me desabroché el camisón, descubrí el pecho, te arrimé despacio a él, te acaricié con el pezón la frente, el contorno de las mejillas, la nariz y cuando me introduje en tu boca el olor del manzano te ensombrecía la cara, la certeza de que no habría de morir, de que no moriría nunca aumentó mi sangre, sentí en la piel, o por dentro de la piel, los colmillos que no tenías, y mientras me vaciaba de mí hacia ti, hija, comprendí que estaba naciendo."

Vaya por Alicia y Javier, que en éstas andan ahora.

lunes, 17 de mayo de 2010

Cercas se acuerda de "El Roto"


"...ahora mismo la bondad es sospechosa. Un chiste reciente de El Roto lo dice mejor...". Cercas se acuerda del dibujante en su último artículo para el dominical de El País, "Contra la bondad", en el que vuelve a hacer gala de su mejor virtud, el sentido común.

sábado, 15 de mayo de 2010

DOS POEMAS DE SIMIC



DICIEMBRE

Nieva
y pese a ello los desheredados
vagan por las calles
convertidos en hombres- anuncio

Uno proclama
el fin del mundo
el otro
los precios de una peluquería de barrio.


HOTEL INSOMNIO

Me encontraba agusto en mi agujero
con su ventana que daba a una pared de ladrillos.
En el cuarto de al lado había un piano.
Un par de tardes al mes
un anciano inválido venía a tocar
"My Blue Heaven".

Pero habitualmente era un lugar tranquilo.
Cada habitación tenía su araña con un pesado abrigo
y una mosca atrapada en su red
de cigarrillos, humo y ensueño.
Estaba tan oscuro que no veía ni mi cara
en el espejo a la hora de afeitarme.

A las cinco de la mañana se oía el ruido de unos pies descalzos.
Era la gitana que leía las cartas
en el local de la esquina
que se levantaba a mear tras una noche de amor.
Una vez oí también el sollozo de un niño.
Estaba tan cerca que por un momento
pensé que era yo quien lloraba.


Charles Simic, "La voz a las tres de la madrugada"