lunes, 25 de julio de 2011

CONFIAR DEMASIADO EN UN ESTILO DE MÚSICA

Por Dios, que dejen de organizar batukadas cada vez que la gente se reúna por cualquier motivo. Son una plaga. Es absurdo. ¿Por qué no cantan flamenco, o gregoriano, o se acuerdan de danzas autóctonas de la siberia, o hacen teatro kabuki? El tema roza un poco el esperpento, además me resultan tremendamente antipáticas. El abuso siempre es malo.

jueves, 14 de julio de 2011

Hubo una noche en que estuve sentado con vosotros al fondo del parque y reíamos mirando el cielo y fue lo más cerca que estuve de la felicidad o de la tranquilidad o del equilibrio

- Mira, ésa ha iluminado el cielo entero

y yo quería ser la estrella que vimos, una pura incandescencia que atraviesa el tiempo quemando el polvo que la rodea. Esta mañana el cielo estaba claro y sólo había una nube pinchada en una antena. Deberían llover lágrimas el día que pedimos perdón. Perdonad la arrogancia con que os traté y cómo os fui negando, sacudiéndome uno a uno como polvo en el camino, mientras yo me hacía grande y me levantaba sobre mí mismo y me convertía en lo que siempre había deseado. Mi madre a la salida del cole

-Ten cuidado con lo que quieres ser, porque lo conseguirás

soy un conjunto de cadáveres, un collar del que penden cuidadosamente cada uno de vuestros afectos ya secos y fosilizados. Un collar que luce espléndido en mi cuello. Pero todavía recuerdo

- Ves, la Osa Mayor es aquella

sentado en ese parque pequeño o grande en el que había voces en los arbustos que susurraban lo felices que éramos. Pero ahora no sé quién soy. Me gusta pensar que estoy repartido en cada uno de vosotros: mi brazo contigo, Manuel, mi nuca en la cama de Laura, mi tobillo y mis uñas con María, mi boca en tu piel, Alejandro, mi lengua en aquella chica extranjera que una vez me amó, mis pulmones en Tomás, los agujeros de mi nariz por los que tan mal respiro

(sniff, sniff)

en los zapatos de Adriana, mi corazón en una buhardilla, picoteado por un pajarito que lo toma de alimento, mi ombligo lo guardas tú, Mamá, no lo olvido. Mi nombre es Legión. No tengo apellidos.

Al final de la tarde han caído unas gotas. Entro en casa y dejo el pájaro triste del paraguas en la puerta. Me preparo para la noche, para recibirla solo ahora que lo merezco. Me gusta disfrutar de esta culpa de haberos ignorado pensando que podía prescindir de vosotros. Me he convertido en lo que quería, lo hice de una manera perfecta, como cuando dibujaba aquellas circunferencias con el compás

- Muy bien, hijo mío

Ahora tengo una pelota chiquitita (tan redonda como las de clase de gimnasia) en algún lugar del estómago. Es increíble que una cosa tan pequeña como una estrella

- ¡Mirad, mirad, esa sí que brilla!

me esté destruyendo de manera tan dulce. Ya no sabéis quién soy, nada de mí queda en vosotros. Aquel parque que no era la felicidad, ni la infancia, ni la amistad, sino el lugar al que siempre debí llevaros y nunca lo hice, está ahora delante de mis ojos

- Y mis ojos están contigo, ¿recuerdas?

Ahora que me rodeáis, ahora que es de noche, os pido disculpas por última vez. Palabra de honor que deberían llover lágrimas el día que pedimos perdón.