
2. Desaparición de significados inteligibles. Si no se entiende, mejor. Si se entiende, el artista cree que ha fracasado.
3. Transversalidad de los soportes, todo vale, el propio soporte se convierte en arte.
4. La consagración de lo efímero.
5. La vocación nihilista, la carrera desenfrenada por destruir cualquier referencia sólida, estable.
6. Apariencia de subversión, cuando en verdad está en gran parte subvencionada desde el poder de turno, que sigue sin entender ese arte, pero que se siente moderno amparándolo.
7. El naufragio de la subjetividad del artista, que no valora otra realidad distinta de propio yo, y que, termina por no entenderse ni él mismo.
8. Obliterar cualquier búsqueda de la belleza, concepto que se considera retrógrado y perverso.
Dicho esto, considero que hay dos cosas que el arte contemporáneo no logra fraguar en muchas obras:
1. Muchas de las obras y los artistas no logran hacer que la obra “hable”, en el sentido de obrar en una forma cierto concepto o contenido del mundo, que sería lo que las torna inintelegibles para el público. El arte, o el concepto de arte, que se maneja es el artilugio por el cual un artista troca en forma (imagen) un contenido (idea del mundo): muchas veces asistimos a obras que en su forma no contienen ni sostienen el concepto que quieren revelar y ahí es cuando se rompe esa relación.
2. Las instituciones del arte (museos, críticos, galerías, bienales, mercado) son las que muchas veces ponen en el lugar del arte a artistas y obras cuyo obrar no ha dicho nada.