Cada vez estoy más cierto de que uno de los factores más influyentes en la opinión sobre una película está en la relación entre las expectativas y la sensación posterior al visionado. En este sentido, Avatar no resulta tan decepcionante. La tenía por tal catástrofe y cúmulo de despropósitos que la impresión que me ha dejado, todavía caliente, es más gustosa de lo esperado. A riesgo de equivocarme, Avatar no me parece, con mucho, la peor película que he visto últimamente. Quizás porque nunca oí los cantos de sirena que provenían de los medios, quizá porque nunca consideré tan grandilocuente su discurso. Lo cierto es que las críticas vertidas en muchos medios me parecen excesivas. Es cierto que la historia suena a mil veces contada y, por momentos, uno se ve inmerso en otras películas de las que bebe sin mesura (Matrix, Pocahontas, Bailando con lobos, El Señor de los Anillos, etc). Es cierto también que la profundidad psicológica de algunos personajes raya la estulticia (no recuerdo un “malo” tan pobre desde Virus, una infame película en la que Jaime Lee Curtis andaba perdida en el espacio).
Mi desacuerdo con las críticas va en otro sentido y por alguna razón u otra tengo el deseo de acudir en su ayuda en ciertos aspectos. Desde el principio diré que en ningún momento asistí a la sala pensando en una revolución cinematográfica; con toda franqueza, tampoco creo que vendieran eso. Creo, más bien, que vendían una revolución en el espectáculo; y en este sentido, el film aprueba notablemente. De pequeño esperaba estas películas con ansia desmedida pero hace ya mucho tiempo que este cine dejó de entusiasmarme. No subestimo el género, simplemente digo que este tipo de productos en concreto, no son lo que más me interesa. Como tal, creo ingenua la postura de muchos al criticarla ácidamente. La película no abandona el tono de una fábula y se limita a plasmar una fantasía. El mundo que pone ante nuestros ojos es fascinante (no me parece tan kitsch como se ha dicho) y lo que subyace debajo tampoco lo calificaría como filosofía new age mal digerida o ecologismo simplón. La película aboga por unos valores sencillos que por otro lado son muy loables y eso le basta. Muchas otras películas proponen simplezas más atroces y no se es tan duro con ellas; al fin y al cabo, una inversión de 300 millones no se emplea en exponer una tesis filosófica que explique la realidad, lo que hubiera sido, si cabe, más aberrante. Con todo, repito que la película no creo que juegue esa baza. Además, insisto en esta idea que me parece fundamental, en ningún momento percibí que quisieran convencerme del descubrimiento de una nueva forma de narrar como si se tratara de un Neorrealismo 3D, o una Nouvelle Vague Technologique. Sí me llegó la idea de que había un salto técnico en su propuesta. Y salto técnico hay.
El efecto impresiona, subyuga y se disfruta. Aunque, eso sí, no son tres dimensiones puras. Se trata sencillamente de varias capas 2D superpuestas (como los planos de scroll en un videojuego) pero que proporcionan una grata experiencia de inmersión. Llama la atención que el efecto tenga más potencia en las secuencias de interiores o más pausadas, diluyéndose en las escenas de acción. Pero es innegable el buen sustrato de ciencia-ficción que posee (no tan distante de otras creaciones sumamente aclamadas en el género). "Pandora", el mundo ideado por Cameron, resulta apasionante de conocer. Los habitantes de esta tierra y sus criaturas subyugan y las emociones del protagonista en su aprendizaje las vivimos con entusiasmo. Sin duda, resulta inquietante el momento en que Jake encarna por primera vez el cuerpo del alienígena, la manera más radical de conocer íntimamente al enemigo. Destaca la imaginación y riqueza de matices vertida sobre los Na´vi, su forma de comportarse, sus gestos, sus expresiones faciales. Y aquí es donde, por encima de todo, se aprecia el avance en la implementación de imágenes creadas por ordenador sobre imagen real. Una evolución que resulta, a su vez, inquietante, como la experiencia de Jake dentro del cuerpo de un Na´vi, que parece prefigurar un futuro donde los actores virtuales suplanten a los humanos.
Al margen de la técnica, la película está llena de lugares comunes y desaprovecha el mundo ideado con situaciones efectistas que cabrean por archiconocidas. El guión pierde enteros a la hora de hacer convivir ambos mundos de una manera verosímil, y salva las dificultades con soluciones torpes. Cameron no renuncia a la cámara lenta, al abuso de banda sonora y a las lagrimitas en los momentos oportunos, lo que empobrece el producto sobremanera. Mejor es no detenerse en los diálogos, que de la mitad en adelante, resultan irrisorios. La historia funciona porque está bien arropada pero uno siente que se ha construido a golpe de artificio y hubiera sido deseable mayor detenimiento en puntos clave (como la aceptación de Jake por la tribu). Hay, en cambio buen manejo de la tensión y aciertos indudables en algunas situaciones, especialmente las que provienen del descubrimiento de Pandora por parte del avatar. Por último la relación entre la pareja protagonista no está exenta de encanto, y aunque simple, destila la magia de algunos momentos disney de El Rey león y otros largos de animación.
Mi desacuerdo con las críticas va en otro sentido y por alguna razón u otra tengo el deseo de acudir en su ayuda en ciertos aspectos. Desde el principio diré que en ningún momento asistí a la sala pensando en una revolución cinematográfica; con toda franqueza, tampoco creo que vendieran eso. Creo, más bien, que vendían una revolución en el espectáculo; y en este sentido, el film aprueba notablemente. De pequeño esperaba estas películas con ansia desmedida pero hace ya mucho tiempo que este cine dejó de entusiasmarme. No subestimo el género, simplemente digo que este tipo de productos en concreto, no son lo que más me interesa. Como tal, creo ingenua la postura de muchos al criticarla ácidamente. La película no abandona el tono de una fábula y se limita a plasmar una fantasía. El mundo que pone ante nuestros ojos es fascinante (no me parece tan kitsch como se ha dicho) y lo que subyace debajo tampoco lo calificaría como filosofía new age mal digerida o ecologismo simplón. La película aboga por unos valores sencillos que por otro lado son muy loables y eso le basta. Muchas otras películas proponen simplezas más atroces y no se es tan duro con ellas; al fin y al cabo, una inversión de 300 millones no se emplea en exponer una tesis filosófica que explique la realidad, lo que hubiera sido, si cabe, más aberrante. Con todo, repito que la película no creo que juegue esa baza. Además, insisto en esta idea que me parece fundamental, en ningún momento percibí que quisieran convencerme del descubrimiento de una nueva forma de narrar como si se tratara de un Neorrealismo 3D, o una Nouvelle Vague Technologique. Sí me llegó la idea de que había un salto técnico en su propuesta. Y salto técnico hay.
El efecto impresiona, subyuga y se disfruta. Aunque, eso sí, no son tres dimensiones puras. Se trata sencillamente de varias capas 2D superpuestas (como los planos de scroll en un videojuego) pero que proporcionan una grata experiencia de inmersión. Llama la atención que el efecto tenga más potencia en las secuencias de interiores o más pausadas, diluyéndose en las escenas de acción. Pero es innegable el buen sustrato de ciencia-ficción que posee (no tan distante de otras creaciones sumamente aclamadas en el género). "Pandora", el mundo ideado por Cameron, resulta apasionante de conocer. Los habitantes de esta tierra y sus criaturas subyugan y las emociones del protagonista en su aprendizaje las vivimos con entusiasmo. Sin duda, resulta inquietante el momento en que Jake encarna por primera vez el cuerpo del alienígena, la manera más radical de conocer íntimamente al enemigo. Destaca la imaginación y riqueza de matices vertida sobre los Na´vi, su forma de comportarse, sus gestos, sus expresiones faciales. Y aquí es donde, por encima de todo, se aprecia el avance en la implementación de imágenes creadas por ordenador sobre imagen real. Una evolución que resulta, a su vez, inquietante, como la experiencia de Jake dentro del cuerpo de un Na´vi, que parece prefigurar un futuro donde los actores virtuales suplanten a los humanos.
Al margen de la técnica, la película está llena de lugares comunes y desaprovecha el mundo ideado con situaciones efectistas que cabrean por archiconocidas. El guión pierde enteros a la hora de hacer convivir ambos mundos de una manera verosímil, y salva las dificultades con soluciones torpes. Cameron no renuncia a la cámara lenta, al abuso de banda sonora y a las lagrimitas en los momentos oportunos, lo que empobrece el producto sobremanera. Mejor es no detenerse en los diálogos, que de la mitad en adelante, resultan irrisorios. La historia funciona porque está bien arropada pero uno siente que se ha construido a golpe de artificio y hubiera sido deseable mayor detenimiento en puntos clave (como la aceptación de Jake por la tribu). Hay, en cambio buen manejo de la tensión y aciertos indudables en algunas situaciones, especialmente las que provienen del descubrimiento de Pandora por parte del avatar. Por último la relación entre la pareja protagonista no está exenta de encanto, y aunque simple, destila la magia de algunos momentos disney de El Rey león y otros largos de animación.
Teniendo en cuenta lo dicho, creo muy pobre de espíritu aquel que esperara una revolución narrativa de ello o el advenimiento de un cine definitivo. De sobra conocidos son todos aquellos experimentos del Cinemascope, etc. En otros términos, podríamos añadir que el cine mudo dio grandes obras maestras y la aparición del sonoro no supuso la llegada de mejores películas. Sí que hubo una evolución, o cambio (la palabra evolución puede llevarnos a un concepto erróneo) en la manera de contar pero esto no garantizaba mejores resultados. Las grandes películas pervivirán en la historia del cine al margen de la técnica. Si algo caracteriza al arte en contraste con otros ámbitos del conocimiento humano es su naturaleza ahistórica, no acumulativa. En la ciencia, cada aporte supone una piedra sobre la que se erige el siguiente avance, en un camino interminable de superación para llegar más lejos. Picasso, en cambio, no está más cerca de “La Verdad” que el cromagnon que pintó un bisonte en Altamira. No creo que Cameron y sus acólitos pretendieran contravenir la mayor a través de una mejora tecnológica. Por tanto, indignarse con esto me parece vano e inútil.
En modo alguno defiendo este tipo de cine, simplemente creo que Avatar (en sí, una película mediocre) recrea una fantasía, al tiempo que trata de comunicar un mensaje (simplista si se quiere) con un envoltorio apabullante y efectivo. Tratémosla, así pues, como una película mediocre, pero no como un símbolo del Mal que contamina el futuro del cine. ¿La película está vacía y hueca? Lo está; pero tampoco es un agujero negro.