Alguien vive secretamente en mi casa. Cada fin de semana visito a mis padres en la casa del pueblo. Llego con prisa y me voy con más prisa todavía pero no hay sábado que no salga de copas con mis amigos. Yo nunca fumo excepto los sábados. He adquirido la costumbre de comprar un paquete a medias con uno de mis amigos. Es frecuente dejarlo inconcluso por lo que lo guardamos para el sábado siguiente. Una vez él y otra yo. Mis padres, claro, no saben que fumo, así pues, cuando llego escondo los cigarrillos en la caja debajo de la cama, en la bolsa de aseo o encima del armario detrás del bolso de viaje.
Yo he sido el último en guardar un paquete; en la bolsa de aseo; nueve cigarrillos. El sábado siguiente antes de salir cogí el paquete; solo tres cigarrillos.
Mi padre. Tuvo un infarto y dejo de fumar un tiempo, pero el placer era grande y comenzó a fumar puros. En ocasiones prueba cigarrillos pero no más de uno al día - dice que le pervierte a uno tanta química -. Yo falto de lunes a jueves y el viernes ya estoy en casa por lo que él habría consumido 4 ó 5 cigarrillos, no más. Faltan seis. Es un hombre muy metódico y sé a ciencia cierta que sería así.
Mi madre. Es un ser pusilánime. Fuma a escondidas, podría haber cogido los cigarros y no haberme ni siquiera reprendido pero en tal caso hubiera comprado otro paquete y hubiera repuesto los agotados.
Mi hermana. Odia profundamente el humo y sus circunstancias. Le encanta la vida sana, es incapaz de probarlo y aunque lo hubiera hecho me lo habría contado, sería una carga para ella pues es de moral muy estricta.
Yo. Podría haberlos consumido estando borracho y no contabilizarlos bien pero es extraño en mí y no recuerdo nada de eso.
He pensado en achacarlo a un acto de sonambulismo mío o de algún miembro de la familia pero esto es poco probable dado que nunca ha habido síntomas de ello. Guiado por el desconcierto registré la jaula del hámster en busca de sus restos pues el animal es todo un mago de las escapadas pero con toda seguridad no habría vuelto a la jaula y aquí lo tengo encerrado, mirándonos fijamente el uno al otro sin saber qué hacer ninguno de los dos.
Yo he sido el último en guardar un paquete; en la bolsa de aseo; nueve cigarrillos. El sábado siguiente antes de salir cogí el paquete; solo tres cigarrillos.
Mi padre. Tuvo un infarto y dejo de fumar un tiempo, pero el placer era grande y comenzó a fumar puros. En ocasiones prueba cigarrillos pero no más de uno al día - dice que le pervierte a uno tanta química -. Yo falto de lunes a jueves y el viernes ya estoy en casa por lo que él habría consumido 4 ó 5 cigarrillos, no más. Faltan seis. Es un hombre muy metódico y sé a ciencia cierta que sería así.
Mi madre. Es un ser pusilánime. Fuma a escondidas, podría haber cogido los cigarros y no haberme ni siquiera reprendido pero en tal caso hubiera comprado otro paquete y hubiera repuesto los agotados.
Mi hermana. Odia profundamente el humo y sus circunstancias. Le encanta la vida sana, es incapaz de probarlo y aunque lo hubiera hecho me lo habría contado, sería una carga para ella pues es de moral muy estricta.
Yo. Podría haberlos consumido estando borracho y no contabilizarlos bien pero es extraño en mí y no recuerdo nada de eso.
He pensado en achacarlo a un acto de sonambulismo mío o de algún miembro de la familia pero esto es poco probable dado que nunca ha habido síntomas de ello. Guiado por el desconcierto registré la jaula del hámster en busca de sus restos pues el animal es todo un mago de las escapadas pero con toda seguridad no habría vuelto a la jaula y aquí lo tengo encerrado, mirándonos fijamente el uno al otro sin saber qué hacer ninguno de los dos.
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