"El orden natural de las cosas" habla de la vida, la muerte, el paso del tiempo, los recuerdos. La literatura para Antunes es una sola voz inmensa, infinita, inabarcable que confunde el presente con el pasado y el futuro y cuyo aliento pasa de una persona a otra sin solución de continuidad, como si en todos nosotros latiera el mismo ánima que da vida al mundo. Para el autor portugués el presente es recuerdo, el futuro es recuerdo y el pasado es una invención de recuerdos por lo que estamos hechos de recuerdos que son invenciones que son tan reales como falsas.
La novela está compuesta por siete libros que alternan cada uno dos voces de diferentes personajes que juntas componen un mosaico con cierto sentido pero nunca de una manera clara o unívoca. Vamos conociendo información sobre ellos a través de las diferentes voces que hacen aparecer y desaparecer personajes que luego iremos conociendo a lo largo de la narración. A su voz cada voz está preñada de diálogos de otros personajes (pasados y presentes) con los que interacciona el narrador a lo largo de su vida.
Para Lobo Antunes la literatura es relevo, es herencia que unos personajes toman de otros y llevan hasta un punto donde la cederán a los siguientes; así, las voces se suceden y una lleva la historia hasta donde alcanza para que sea otra quien tome el relevo y prosiga hasta agotarse su aliento. Será entonces cuando una nueva voz vibrará para contar lo que ella guarda. Del mismo modo, la vida es una y la de todos los personajes y unos pierden la misma para que otros la reciban y así en una danza eterna.
Algunos pasajes enlazan el presente con alguna anécdota del pasado de manera muy original, otros otorgan vida a algún ser inerte, otros son pura sensorialidad y uno se deja arrastra por el cauce narrativo como si estuviera inmerso en el río Tajo que también protagoniza la novela. A su vez están presentes numerosas ciudades, pueblos, tanto de Portugal como de las colonias en África marcando la voz de cada personaje con una impronta visual del lugar en que se encuentra.
Podríamos decir que es una literatura jazzística pues se producen variaciones sobre un mismo tema, existe un motivo principal que de vez en cuando vuelve para activar algún resorte emocional o para dar un nuevo significado a una situación que creíamos ya conocida. Las voces (los instrumentos) se confunden unas con otras generando ritmos. Unas veces cadenciosos, otras más irregulares y abruptos. El libro está así pues dividido en diferentes movimientos (5 libros) y cada uno alterna las voces protagonistas como si de dos instrumentos principales se tratase.
Su literatura se aleja del acomodado panorama literario actual. Sus libros resultan por momentos tediosos, exagerados y uno puede muy fácilmente naufragar en ellos. En ocasiones sentimos ir a la deriva en la historia sin tener apenas asideros narrativos. Su estilo es una brillante exposición y encadenamiento de anécdotas que no guarda similitudes con las estructuras narrativas clásicas.
Lobo Antunes que quiso ser poeta, se dio muy pronto cuenta de que no tenía el talento necesario para escribir versos y llevo todo este empeño a la prosa. De manera que sus palabras brillan en sus libros con la grandeza de los hallazgos de un poema pero están sumidas al mismo tiempo en el lodazal que supone el torrente narrativo de una novela.
Hay fragmentos en los que el autor no consigue despegar ese vuelo mágico que toman las palabras en un buen poema, entonces nos damos cuenta de las costuras del estilo y vemos su empeño como algo fallido a la hora de abordar mundos tan complejos. Pero cuando estamos ante fragmentos que enlazan unas situaciones con otras sin que la palabra pierda el brío de la poesía (algo tan difícil en prosa) nos emocionamos y pedimos disculpas y prometemos no hacer caso a las malas voces y nos regocijamos con el hallazgo emocionante de un hombre luchando a brazo partido con el tiempo, que es el enemigo más grande contra el que un escritor hubiera soñado luchar.
Una madre que recibe a un niño en brazos al tiempo que recuerda su infancia y a su abuelo suena así en la novela:
"Y me llevaron a la habitación en una cama con ruedas que chillaba, y te trajeron lavada y vestida y con el pelo negro, con los párpados tumefactos como almejas, y era por la tarde y en breve oscurecería y pedí que te dejasen en mis brazos, encendieron la luz de la cabecera, me levantaron la cama con la manivela del gramófono del desván y una ópera o un tango o un vals comenzó a sonar, y te encontré en calma y en paz y no llorabas, el olor de un manzano de fuera me devolvió a la memoria el agridulce denso suave leve aroma de la pérgola, de los tilos, de las perpetuas, de los jacintos, en las mañanas de primavera en el jardín, iluminando el pasillo de la casa, acomodé mejor a la niña, que dormía o se habituaba al mundo, en mis brazos, la atraje hacia mí, hija, hijita, hija, mi abuelo inerte, la manta resbalándole de las rodillas, y yo ¿Cuánto tiempo?, y mi sobrino Mucho tiempo, tía, mucho tiempo, dejamos las inyecciones, dejamos el suero, dejamos la quimioterapia, y el pelo otra vez castaño y abundante y creciendo de nuevo, pusieron la cena en una bandeja cromada frente a mí, sopa de verduras, pescado, peras cocidas, un vaso de agua mineral, y la enfermera, con toca, abrió la puerta y yo pedí No se lleve a la niña que dentro de poco ella crecerá y la perderé, dentro de poco dejará de ser mía y por tan poco tiempo lo será, me desabroché el camisón, descubrí el pecho, te arrimé despacio a él, te acaricié con el pezón la frente, el contorno de las mejillas, la nariz y cuando me introduje en tu boca el olor del manzano te ensombrecía la cara, la certeza de que no habría de morir, de que no moriría nunca aumentó mi sangre, sentí en la piel, o por dentro de la piel, los colmillos que no tenías, y mientras me vaciaba de mí hacia ti, hija, comprendí que estaba naciendo."
Vaya por Alicia y Javier, que en éstas andan ahora.
La novela está compuesta por siete libros que alternan cada uno dos voces de diferentes personajes que juntas componen un mosaico con cierto sentido pero nunca de una manera clara o unívoca. Vamos conociendo información sobre ellos a través de las diferentes voces que hacen aparecer y desaparecer personajes que luego iremos conociendo a lo largo de la narración. A su voz cada voz está preñada de diálogos de otros personajes (pasados y presentes) con los que interacciona el narrador a lo largo de su vida.
Para Lobo Antunes la literatura es relevo, es herencia que unos personajes toman de otros y llevan hasta un punto donde la cederán a los siguientes; así, las voces se suceden y una lleva la historia hasta donde alcanza para que sea otra quien tome el relevo y prosiga hasta agotarse su aliento. Será entonces cuando una nueva voz vibrará para contar lo que ella guarda. Del mismo modo, la vida es una y la de todos los personajes y unos pierden la misma para que otros la reciban y así en una danza eterna.
Algunos pasajes enlazan el presente con alguna anécdota del pasado de manera muy original, otros otorgan vida a algún ser inerte, otros son pura sensorialidad y uno se deja arrastra por el cauce narrativo como si estuviera inmerso en el río Tajo que también protagoniza la novela. A su vez están presentes numerosas ciudades, pueblos, tanto de Portugal como de las colonias en África marcando la voz de cada personaje con una impronta visual del lugar en que se encuentra.
Podríamos decir que es una literatura jazzística pues se producen variaciones sobre un mismo tema, existe un motivo principal que de vez en cuando vuelve para activar algún resorte emocional o para dar un nuevo significado a una situación que creíamos ya conocida. Las voces (los instrumentos) se confunden unas con otras generando ritmos. Unas veces cadenciosos, otras más irregulares y abruptos. El libro está así pues dividido en diferentes movimientos (5 libros) y cada uno alterna las voces protagonistas como si de dos instrumentos principales se tratase.
Su literatura se aleja del acomodado panorama literario actual. Sus libros resultan por momentos tediosos, exagerados y uno puede muy fácilmente naufragar en ellos. En ocasiones sentimos ir a la deriva en la historia sin tener apenas asideros narrativos. Su estilo es una brillante exposición y encadenamiento de anécdotas que no guarda similitudes con las estructuras narrativas clásicas.
Lobo Antunes que quiso ser poeta, se dio muy pronto cuenta de que no tenía el talento necesario para escribir versos y llevo todo este empeño a la prosa. De manera que sus palabras brillan en sus libros con la grandeza de los hallazgos de un poema pero están sumidas al mismo tiempo en el lodazal que supone el torrente narrativo de una novela.
Hay fragmentos en los que el autor no consigue despegar ese vuelo mágico que toman las palabras en un buen poema, entonces nos damos cuenta de las costuras del estilo y vemos su empeño como algo fallido a la hora de abordar mundos tan complejos. Pero cuando estamos ante fragmentos que enlazan unas situaciones con otras sin que la palabra pierda el brío de la poesía (algo tan difícil en prosa) nos emocionamos y pedimos disculpas y prometemos no hacer caso a las malas voces y nos regocijamos con el hallazgo emocionante de un hombre luchando a brazo partido con el tiempo, que es el enemigo más grande contra el que un escritor hubiera soñado luchar.
Una madre que recibe a un niño en brazos al tiempo que recuerda su infancia y a su abuelo suena así en la novela:
"Y me llevaron a la habitación en una cama con ruedas que chillaba, y te trajeron lavada y vestida y con el pelo negro, con los párpados tumefactos como almejas, y era por la tarde y en breve oscurecería y pedí que te dejasen en mis brazos, encendieron la luz de la cabecera, me levantaron la cama con la manivela del gramófono del desván y una ópera o un tango o un vals comenzó a sonar, y te encontré en calma y en paz y no llorabas, el olor de un manzano de fuera me devolvió a la memoria el agridulce denso suave leve aroma de la pérgola, de los tilos, de las perpetuas, de los jacintos, en las mañanas de primavera en el jardín, iluminando el pasillo de la casa, acomodé mejor a la niña, que dormía o se habituaba al mundo, en mis brazos, la atraje hacia mí, hija, hijita, hija, mi abuelo inerte, la manta resbalándole de las rodillas, y yo ¿Cuánto tiempo?, y mi sobrino Mucho tiempo, tía, mucho tiempo, dejamos las inyecciones, dejamos el suero, dejamos la quimioterapia, y el pelo otra vez castaño y abundante y creciendo de nuevo, pusieron la cena en una bandeja cromada frente a mí, sopa de verduras, pescado, peras cocidas, un vaso de agua mineral, y la enfermera, con toca, abrió la puerta y yo pedí No se lleve a la niña que dentro de poco ella crecerá y la perderé, dentro de poco dejará de ser mía y por tan poco tiempo lo será, me desabroché el camisón, descubrí el pecho, te arrimé despacio a él, te acaricié con el pezón la frente, el contorno de las mejillas, la nariz y cuando me introduje en tu boca el olor del manzano te ensombrecía la cara, la certeza de que no habría de morir, de que no moriría nunca aumentó mi sangre, sentí en la piel, o por dentro de la piel, los colmillos que no tenías, y mientras me vaciaba de mí hacia ti, hija, comprendí que estaba naciendo."
Vaya por Alicia y Javier, que en éstas andan ahora.
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