No es donde quiero que ustedes vayan, que va. Ni tampoco lo deseo para este señor de barbas rabíticas. Lo que arriba figura es el título de un poema del grandísimo Jesús Lizano. Me lo descubrió, como tantos otros, mi ilustre Sánchez Dragó y junto a Belén, que compartía conmigo el gusto de los negros sobre los blancos, asistimos a un televisivo recital de este barcelonés ácrata y lírico, que nos hizo reír como niños. Cada vez que veo una foto suya me viene a las mientes Walt Whitman (en el que ahora ando ganando el tiempo), lo primero, por sus barbas blancas y abundantes y lo segundo porque les creo de la misma estirpe: el canto a la vida y al cuerpo, su concepción de la poesía como arte declamado, su alegría, su positivismo, su ardor juvenil. ¡El verso sigue vivo!Ah sí, lo olvidaba, a lo que estamos, ahí va esa rima:
A LA MIERDA
Mierda, yo te saludo complacido
cuando sales patética y caliente
luego de abandonar en el crujiente
y alimentado cuerpo tu sentido.
Nada, sin tu calor, se ve nacido
ni sin verse en tu espejo es inocente,
mierda, pues nuestro fin es tu presente,
desecho, no, sino vivir cumplido.
Es tu fermento el que transforma en huerta
un universo lleno de intestinos,
danza de lo cocido y de lo crudo,
porque sin ti la tierra es tierra muerta,
solos y muertos todos los caminos.
¡Mierda, madre común, yo te saludo!
Whitman canto las excelencias de todo el cuerpo incluso sus interiores pero eludió algo que ahora Lizano ensalza para nuestro deleite. Alabado sea.

