“Johnny Mad Dog” es una coproducción entre Francia, Bélgica y Liberia que aborda crudamente la tragedia de los niños de la guerra en un país sacudido por convulsiones políticas, corrupción, anarquía y con el omnipresente odio entre etnias y la impotencia o inacción de la ONU como telón de fondo. La película me revolvió, me gustó, no me gustó y no terminó de convencerme sucesivamente, en parte porque su desfile de extrema violencia casi te vacuna contra ella misma y resulta inane para hacernos entender el drama real de unas vidas que valen lo que un céntimo de corona checa, absolutamente nada. Dejando atrás valoraciones formales, la película es valiosa porque planta los ojos sobre un mundo aberrante con el que convivimos en estos mismos instantes. Desde luego, salir del cine e intentar decir cualquier palabra u optar por no decir nada resulta un ejercicio malabarístico, más difícil aún con el mal cuerpo que se queda (horrible costumbre burguesa la de ir al cine después de cenar).
La crudeza de las escenas se sucede hasta un punto pocas veces visto pero me quedé clavado cuando el director y otros miembros del equipo aseguraron que las situaciones reales excedían en mucho a lo proyectado. Queda claro que en la película no deja de haber violencia porque estos chicos no cesan de matar y ser matados de forma salvaje. Me acordé de lo que Guardiola me dijo un día al respecto de “Estado de sitio”, una obra de Camus que estuvieron analizando en “la Rota”: “la única forma de matar a alguien es deshumanizándolo”. Me quedé pensando en eso y en otras cosas, en lo estúpido que resulta ir al cine para ver desgracias ajenas y compadecernos, y en lo estúpido que resulta pensar esto último.
El día anterior había tenido una larga discusión sobre inmigración, alianzas zapateras y desalianzas de civilizaciones con Petr, un amigo polaco, y me había visto soltando un cúmulo de argumentos en parte inventados, en parte copiados (todos ellos medianamente digeridos) que habían resultado convincentes a la hora de explicar que no es fácil cerrar las fronteras a los que vienen; que tampoco es fácil abrirlas. Le hice dudar de sus argumento en contra de la inmigración aunque yo también quedé tocado por los suyos. Ahora a la salida del cine me sentía produndamente imbécil, lo que había visto refrendaba algunas cosas que dije la noche anterior y machacaba otras muchas. Más en lo hondo me dolía aquella gente de la pantalla. Estamos viviendo en el paraíso, decía Petr, y eso es el puto infierno. Es el verdadero infierno, concluyó. Y en efecto lo era, al menos lo más parecido al concepto de infierno que yo tenía en la cabeza.
Al acto de presentación en Cracovia iban a asistir dos protagonistas reales de la historia ahora reformados pero no pudieron por problemas con el internado en el que residían. Me hubiera gustado ver en persona a alguno de ellos. Hace poco me entero que otro chico con un pasado igual de cruento, en otro país del África negra, está ahora en Almería cursando estudios de grado superior en “análisis clínico” gracias a las becas de una ONG. Asistió a la proyección de “Johnny Mad Dog” en San Sebastián y manifestó sentirse raro, no demasiado bien, pero en modo alguno culpable por lo que hizo. Eso me hizo pensar y pensar sin llegar, casi como siempre, a ninguna conclusión. Aviso a todos aquellos que tengan preparada la piedra para el primer lanzamiento. Víctima o verdugo. Si hay dos términos cada vez más confusos son estos. Me asusto al pensar en lo que todos llevamos dentro y más aún me asusto cuando descubro la inmensa capacidad de perdón a la que debemos estar dispuestos para solucionar nuestras diferencias y seguir adelante. ¿Seremos capaces? Deberíamos; nunca sabremos bajo que signo futuro, o por qué giro macabro nos veremos obligados a implorarlo.
1 comentario:
No opinaré hasta no ver la peli, pero el trailer glorifica y exalta lo que creo que la película denuncia, pues no es más que una sucesion de explosiones y de tiroteos a cada cual más espectacular. Parece Rambo. Que bien lo vamos a pasar en el Womad Harry Potar.
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