jueves, 10 de febrero de 2011

MI ABUELA

Vino a visitarme el pájaro de colores pero esta mañana decidí no abrir la ventana.
En la cocina preparo un café en polvo con leche, también en polvo. No tengo galletas, ni mucho menos magdalenas pero mientras meneo la cuchara pienso en mi abuela,

- Escríbele una poesía, anda, que tu abuela ya hace 87 años.
- Ahora se la escribo, mamá.
- Escríbesela anda, y la cuelgas en el blog, verás que ilusión le hace.
- No seas pesada.
- Con lo lejos que estás. Y yo aquí sola. ¡Escríbesela!

El ras, ras eterno de la ropa contra la piedra de la pila de lavar, mi abuela en el corral lavando la ropa de la familia, podía haber hecho la colada al pueblo entero, ras, ras, y a colgar. Todo el corral estaba repleto de ropa blanca suspendida, chorreando un agua olorosa de jabón de sosa. Recogí otra vez las enormes bragas de mi tía llenas de tierra

- Tráelas chico

se las llevé a mi abuela que las sumergió en la magia de esa pila de lavar que sacaba las cosas blancas.

- Y si me meto dentro abuela, de qué color salgo yo.

No decía nada, ella solo lavaba y se reía muy fuerte. Y cavaba la tierra del corral para plantar

- Cuatro cosillas, para tener fruta para el verano

Yo me pasaba las horas muertas en el corral, esquivando los limoneros, las higueras, los rosales junto a la pared recién blanqueada. Las rosas reventonas, enormes como coles con algunas motas de cal en los pétalos, las hojas salpicadas del blanco de la pared por las prisas de mi tía a la hora de blanquear.

-Venga, agarra ahí el plástico. Échalo para acá.

En el metro de camino a Smichov me di cuenta de que solo mi abuela hacía las cosas bien. Mi abuela es un círculo que no se preocupa. Y yo todo el día pensando en mí y mi abuela sin su poema de 87 años. Y yo incompleto, yo eternamente pensado, yo frente a una fila o columna de profesores que me alaban y pongo cara de no saber que soy un genio, pura megalomanía, yo viviendo una vida prima desde los dieciséis años, impostando voces, haciendo el payaso, dando a entender lo que no soy incluso por encima de los límites aconsejables,

- “No me salvéis, intento así perderme.”

Mal leído Fonollosa, mal leído Nietzsche, parálisis, libros sin el lomo arrugado, un niño superdotado, mucho peor que un suicida, peor, un hombre que se arruina la vida pero sigue vivo,
- No exageres, chico.

Necesito a alguien que me guíe, un gurú, alguien que me de aliento

- Hijo, ¿por qué escribes estas cosas tan feas?

Ha pasado un año y las calles de Praga anestesiadas, pero ¿y la gente?

- ¿Quedamos mañana, Ivana?
- Coño, Ula, que no sé bailar tango
- Manu, tío, no has puesto la lavadora.

El jersey de cuello de pico con una mancha de frambuesa y sólo veinte minutos para ir al trabajo. Mi abuela ras, ras, y ya estaría limpio,

- Tráelo, chico

Y mi jefa, Irina,

- ¿Tú quieres trabajar aquí o en el cine?

Y yo, es-que-mira-esto-no-me-disgusta-pero-el-arte-es-lo-que-me-llama y entonces un frío grande, un suelo negro, donde estoy tumbado ensayando Medea Material, casi desnudo, exhausto, frente a un espejo, y la intuición de que mi padre iba a morir cuando todavía no había pasado nada, el director de teatro, gurú, me guió como pudo hasta que todo se estancó, no era él, pero aquella vez,

- Jason, tus hijos están muertos,

Me lo dijo con sequedad y yo, mejor que ninguna vez, rompí a llorar sin consuelo frente al espejo, me costaba reponerme, para animarme el director puso un cd, entonces empezó una obertura, era una tragedia pero por aquellos primeros segundos sonaba esperanzadora y quizá lo fuera, yo no sabía porque lloraba ahora,

- Porque al final la vida merece la pena.

Mi director exprimiendo sus últimos instantes de enseñanza y la ropa que me malvestía era blanca y simplemente estaba manchada de la sangre imaginaria de mis hijos imaginarios, y mi abuela metiéndola en la pila,

- Jasón, verás qué limpia sale.

Le acerqué la ropa de Jasón a mi abuela y vi, como todas las tardes, una mancha en el suelo del corral, pequeñita, circular y parda, y pensé, como todas las tardes, que era una piedra rara y por fin, me agaché pero me costó cogerla, no porque fuera pesada sino porque estaba incrustada allí por el tiempo, y descubrí que la piedra era, en realidad, una moneda de Alfonso XII,

- Mira que chula, Elo

ideal para presumir entre amigos, una moneda más vieja que mi abuela, ras, ras, pero mucho más oscura que la ropa que lava, Medea lavando sus trapos sucios, lady Macbeth, mi abuela matando a sus hijos para conseguir lo que quiere, mi abuela renunciando, mi abuela criando a sus hijos,

- Aprovecha el tiempo.
- Qué sí, mamá.
- Y come.
- Que sí.

Amanece, Praga está cubierta de nieve, las calles están vacías, la estación de Hlavní Nadrazí lleva tiempo escupiendo gente. Camino con mi jersey de cuello de pico, he conseguido disimular la mancha, es tan temprano que la nieve aún está blanca en las aceras, la calzada tiene el grueso de un palmo, ni rastro de huellas, ni rastro de sangre, solo hay un bulto al final del camino, es un pájaro muerto, está tan gélido que ni siquiera se le distinguen los colores.
Y mi abuela,

- Qué bonita la moneda, anda, llévasela a tu padre.

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