martes, 13 de septiembre de 2011

DEL OTRO LADO

Acudí a menudo a las manifestaciones que el 15-M convocó en Sol. Asistí a varias asambleas. Colaboré en alguna comisión. Sin ser un defensor enconado y ciego del movimiento, defendí y defiendo sus efectos positivos en muchos jóvenes (entre los que me incluyo) que estábamos desencantados con el bipartidismo anestésico que nos gobierna (culpa de los políticos) y con el hastío que la corrección política y la sociedad del bienestar ha metido en nuestras venas (culpa, sobre todo, nuestra). Desde hace unos meses me veo con frecuencia en la situación de hacer ver las bondades del movimiento que, por otro lado, me parecen obvias, así como he de contrarrestar la enorme cantidad de descalificativos que nos llevamos aquellos que creemos que de aquí pueden salir más cosas buenas que malas.

Aún así he leído con provecho el artículo que Gregorio Peces-Barba publica hoy en la Tribuna de El País porque me parece oportuno dar pábulo a la defensa de la postura contraria, sobre todo si es con criterio, aunque de tan indignado como está con los indignados del 15-M pierda un poco de claridad y atribuya al movimiento más acusaciones de las que hizo o, por error, generalice tanto como el primer ministro británico al condenar a los "inciviles" causantes de las revueltas en Londres. No me veo en posesión de la superioridad intelectual que nos atribuye el catedrático pero con todo lo corto que soy he de reconocerle sus aciertos, sobre todo a la hora de limpiar una transición que, lejos de ser perfecta, no se merece toda la mierda que en la actualidad se le está echando. Leánlo porque hace replantearse la postura de cada uno y eso siempre es bueno.

De pasada cierra el artículo con un perfil de los próximos candidatos a la presidencia del gobierno y si bien se queda corto con Rajoy, al que ve más inofensivo de lo que puede llegar a ser, manifiesta una fe infinita en el candidato socialista y no le atisba ni un puntito lo siniestro. ¿Será que soy un mal pensado?

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